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Cactus de San Pedro

Experiencia con el cactus de San Pedro

Una iniciación con sorpresa

Javi

    Presentamos un interesante relato de una experiencia con el cactus de San Pedro (Trichocereus pachanoi), narrada por un psicólogo que se consideraba 'racional' y escéptico en relación a lo 'espiritual' antes de realizar la prueba.

    Sobrecogido por lo maravilloso, así como la excesiva intensidad de la experiencia, nos relata el impacto y el cambio de percepción y de esquemas que le produjo este encuentro con el San Pedro.

 

    ANTECEDENTES:

    Antes de empezar a relatar mi experiencia, tenemos que partir del tipo de persona que se enfrenta a la misma (el clásico “set & setting”). Yo creo que siempre he sido una persona digamos racional, con unos esquemas bastante claros de la vida, acérrimo creyente hacia todo lo científico (Psicólogo Cognitivo-Conductual) y por tanto bastante escéptico de todo lo relacionado con lo espiritual/energético. Algunos de mi familia/amigos me consideran por tanto cerrado (aunque yo no creo que sea el caso) y poco abierto a mi espiritualidad y mi “esencia”.

    Por otro lado, como estudiante de Psicología siempre había tenido mucha curiosidad sobre el tema de los psicodélicos en general y había leído e investigado mucho acerca de experiencias con LSD, Ayahuasca, etc, pensando que realmente podían tener un gran potencial como herramientas terapéuticas y como vía para una apertura de la mente y de la conciencia, aunque también siendo muy consciente y respetuoso con los riesgos que podían ocasionar si se usaban mal (psicosis, etc). A mis 25 años, mis experiencias con este tipo de sustancias se reducían a la marihuana (de manera ocasional), y a experiencias puntuales con salvia divinorum (interesante aunque puramente recreativa) y “setas mágicas” (ligeramente decepcionante, ya que tomamos una cantidad muy pequeña por miedo).

    Durante el mes y medio que estuve en Cuzco, y tras darle muchas vueltas al omnipresente tema Ayahuasca-San Pedro, me autoconvencí de que era un buen momento y me decidí por tomar San Pedro. De hecho, me estuve preparando a conciencia para ello, haciendo la dieta que me habían recomendado (comer mucha fruta, no tomar carne, alcohol, café…) para que la experiencia fuese más limpia y purificadora, y toda la parafernalia. Estuve investigando varias empresas y al final me decidí por Portal of Light, debido a las buenas opiniones que leí, el precio (80$) y la buena impresión que me dio el lugar. Mis amigos y yo también habíamos estado barajando la opción de comprar el San Pedro en el mercado, ya que lo vendían por 20 soles (7€) y nos habían dicho que no era “tan importante” hacerlo con un chamán… ¡Menos mal que no lo hicimos! Estoy seguro que hubiese sido la peor experiencia de mi vida…

    Bueno, por si alguien aún no lo sabe, el San Pedro se trata de un cactus que crece en las montañas del Perú y que contiene una cantidad considerable de Mescalina de forma natural (muy parecido al Peyote).

 

    LA EXPERIENCIA:

    Llegué a la sede de la empresa a las 17:00, donde tenía que coger un bus para Pisaq (un pueblecito con mucho encanto que se encuentra en el Valle Sagrado, a unos 40 min de Cuzco). Allí me tenía que reunir con Joel Tello, el chamán que se iba a hacer cargo de la ceremonia. Se suponía que iba a ser una ceremonia individual (porque no había más gente apuntada para ese día, no porque yo hubiese pagado nada extra), pero luego resultó que también había otro hombre que iba a tomar Ayahuasca, y que venía acompañado de un amigo que ya había tomado en repetidas ocasiones. Por suerte, resultó que eran unas personas magníficas y que me aportaron bastante tranquilidad en la experiencia.

     El lugar me pareció acogedor, abajo había un restaurante (ya que Joel también es chef) y arriba estaba la habitación donde íbamos a estar nosotros. Era una especie de pequeño museo, con vasijas y antiguas figuras Incas. Joel se situaba enfrente, donde había colocado unas velas, junto a sus materiales necesarios para la ceremonia (un tambor y otros instrumentos musicales para facilitar el trance, agua purificadora, una pluma de cóndor, unos cigarros “especiales”… y por supuesto las bebidas, ya preparadas).

    La primera hora antes de que llegaran los compañeros sirvió para introducir el tema, preguntarme por qué quería tomar San Pedro, etc. Me explicó que el no era nadie superior a mí, sino que era mi hermano y mi compañero, y que yo era el único que era “mi propio maestro”.

    Me pregunto en qué creía (Dios, energías…), y dijo que buscase aquello en lo que creyese y lo usase como mi palabra mágica, por si empezaba a salirme del camino correcto, poder reconducirme y concentrarme de nuevo en mi objetivo. Me dijo que tratase de buscar en mi interior aquellas personas a las que quería perdonar o que me perdonasen por algo, y reconciliarme con todas ellas, para poder alcanzar la armonía conmigo mismo. Por desgracia, todo esto lo olvidé con facilidad una vez que empezó todo…

    También estuvimos practicando un rato la llamada meditación bio-energética, que serviría para facilitar el proceso de “conexión”. Supuestamente debía haber una parte con los ojos cerrados (más introspectiva) y otra con los ojos abiertos (más de contacto con la naturaleza y el exterior).

    Estaba relajado y con buena predisposición para empezar el proceso, por lo que me concentré bastante bien, teniendo en cuenta lo mal que se me suelen dar esas cosas. Joel era joven y cercano, un tío bastante normal, por lo que me transmitía buen rollo.

    Sobre las 20:00, antes de que llegasen los demás, iniciamos a la ceremonia, y tras el protocolo inicial, la limpieza etc, hice mi primera toma. Me dijo que tenía que beberlo del tirón, que no había otra manera, así que me armé de valor y lo hice. Sin lugar a dudas es lo más asqueroso y lo más duro que he tomado en mi vida. Aún así, el primer vaso lo toleré medianamente bien.

    Joel me dijo que me echase un ratito hasta que me subiese el efecto (suele tarda entre 30 y 60min), y así aprovechaba para descansar un poco. Entre tanto, llegaron las otras dos personas, y comenzaron el mismo proceso que había hecho conmigo una hora antes (exactamente igual), lo cual se me hizo un poco espeso, pero traté de tomármelo con calma. Hubo un momento que Joel se molestó un poco conmigo porque me vio abriendo los ojos y dijo que no estaba respetando la ceremonia (lo cual no era mi intención para nada). La verdad que ese rato empezó a ser un poco desesperante para mí, pues pasaba el tiempo y no pasaba nada. Ya estaba algo impaciente y me rondaban pensamientos como “bueno esto va a ser una decepción… pero no pasa nada, al menos es una experiencia…”. Nada más lejos de la realidad.

    Tomé mi segundo vaso mientras mi compañero Juan hacía lo propio con la Ayahuasca. Éste fue MUCHO más duro que el primero, y mientras me acababa el culillo (espeso y lleno de grumos) no pude evitar vomitar (la cual sería la primera de muchas veces…). Según la cultura chamánica, los vómitos son una forma de purga o limpieza que hace la medicina sobre el cuerpo, obligándote a expulsar todas las toxinas, malas energías, incluso enfermedades… así que intenté no tomármelo como algo del todo negativo, a pesar de lo difícil que aquello me suponía. Por lo que he leído después, el hecho de vomitar o no, no influye en la intensidad del trance.

    Siguieron pasando las horas y no pasaba nada del otro mundo, salvo algunos cambios leves en mi percepción (sobre todo visual), así que me dio un tercer vaso (23:00 aprox..?), al que no yo quería acercarme por nada del mundo, pues solo el imaginarme otra vez eso cerca de mis labios me daban ganas de suicidarme… Pero me dijo que éste estaba más rebajado con agua y que sería más fácil de tomar, así que le eché valor una vez más. Solo con beber la mitad sentí que era más que suficiente. Volví a echarme otro ratito y a intentar relajarme mientras mi colega Juan ya estaba entrando en su trance particular con la Ayahuasca (mucho más tranquilo y corto que el mío, por cierto).

 

    EL CIELO

    Tras más de 4 horas, de repente, y casi por arte de magia, noté un gran cambio. Es difícil recordar con exactitud los tiempos del viaje, ya que la percepción de las horas se altera considerablemente (en mi caso, me pareció que pasaba todo muy lento), pero hubo un punto en que mi cerebro estalló por completo. De repente apareció ante mi un espectáculo visual que no habría imaginado ni en mis mejores sueños. Empecé a sentir el fluir de la energía de la planta dentro de mí y a notar como todo lo que estaba a mi alrededor cambiaba radicalmente, todo parecía empezar a tener vida.

    Lo más llamativo fue la intensa potenciación de todo lo visual: los colores se ven más brillantes y saturados, sientes más los contrastes, las texturas están más vivas, todo se comienza a percibir curvado y en movimiento. Puedes ver las paredes y el suelo respirar, sientes como brota vida a todo tu alrededor, como si vieses el proceso de nacimiento de una planta en cuestión de segundos. Todo se transforma y se funde en algo nuevo y diferente con una facilidad pasmosa. Podía ver una especia de marea de “energías” flotando a mi alrededor, representadas con luces brillantes, flores fluorescentes, estructuras simétricas, fractales… y podía controlarlo más o menos y hacer que apareciesen con mayor o menor intensidad según como posicionáse el ojo. Podía percibir el interior de todas las cosas, y seres que estaban allí presentes (llamarlo alma, aura, o como queráis…). Me veía totalmente inmerso en las visiones, y además experimentaba un gran sentimiento de paz y unidad con el todo.

    Aunque era algo prominentemente visual, también ganas sensibilidad en el resto de sentidos. Podía percibir sonidos musicales más “anchos" (como más capas de sonido), y tuve la suerte de incluso poder experimentar sinestesia (cruce de sentidos), pudiendo ver cómo con mis ojos cerrados se creaban formas y colores de la nada, claramente al son de la música. Me hallaba maravillado por todo aquello, rebosaba alegría por los cuatros costados. Estuve un buen rato centrándome en una de las velas que había a mi lado, y me atrevería a decir sin miedo que ha sido uno de los momentos más bonitos de mi vida. Un auténtico deleite visual, superior a cualquier cosa vista anteriormente.

    Me recordó a aquello que había leído en “Las puertas de la percepción”, como si se hubiesen eliminado unas barreras en mi conciencia, y estuviese viendo la realidad tal cual es. No sentía que lo que veía eran simples alucinaciones que se formaban en el vacío, sino que era algo que siempre está ahí, pero en nuestro estado normal se encuentra bloqueado o reprimido de alguna forma.

    Viéndolo ahora parece ridículo y difícil de creer, pero cuando estas bajo la magia del San Pedro, todo tiene sentido, todo está vivo y conectado, y lo percibes con una claridad impresionante. Realmente una experiencia indescriptible, más allá de la capacidad de nuestras palabras. Si el cielo existe debe ser algo bien parecido a esto.

 

    EL INFIERNO

    Joel, al ver que yo estaba “totalmente conectado” me dejó unas horas a solas, y se fue a hacer la cena. Tras un buen rato de disfrute absoluto, no sé que ocurrió que todo se empezó a volver turbio y siniestro. Creo que lo que pasó fue que la sustancia siguió subiendo (ya que probablemente había tomado más de la cuenta al final) y por tanto comenzó el MAL VIAJE.

    Las alucinaciones que había estado saboreando todo ese rato empezaron a volverse oscuras y desagradables, además de mis sensaciones físicas (potentes escalofríos y dolor de barriga intenso). Veía como las hojas del sauce que había en frente de la casa empezaban a parecer caras con mandíbulas enormes y desafiantes, mientras las paredes se movían y retorcían bruscamente. El tiempo y el espacio dejaban de existir, o al menos, dejaban de tener lógica por momentos y el flujo de pensamiento era tan rápido que era imposible no perderse en el mismo. Sientes como las frases de descomponen, y las palabras se diluyen, desapareciendo la capacidad de formular pensamiento de manera lingüística, y mostrándose de una manera más primaria (visual). El sentimiento de identidad no desapareció por completo, pero hubo momentos que lo sentí peligrosamente cerca, así como el distanciamiento con la realidad (disolución del ego…?).

    Volví a vomitar, y en ese momento vi como vibraban las partículas del propio vómito, transmitiéndome un asco y rechazo incomparable. Lo percibía como veneno, enfermedad… y sentí la necesidad extrema de limpiarlo lo antes posible (Joel decía que había que retirarlo pronto para eliminar las malas energías… y que razón tenía!). A pesar de ello, cuando vomitas sientes mucho alivio ya que a nivel físico es como si quitaras un gran peso de encima. Cada vez que iba al baño a orinar, limpiar el vómito o similares, se me hacía lo más duro del mundo. La luz y la atmósfera de la habitación cambiaba radicalmente (para peor), y el olor de lo que salía de mi cuerpo era lo más repugnante que había olido jamás, haciéndome que ese lugar me parecía el auténtico infierno. En realidad, el baño era bastante normal, pero había otro factor que me hacía ponerme realmente enfermo cada vez que iba ahí: los mosquitos. No sé porque motivo había tal cantidad de mosquitos (muchos de ellos como muertos en el suelo), pero la sensación era parecida a la antes descrita con el vómito…muy desagradable y aterrador. A pesar de todo, para mí resultó importante poder mirarme al espejo y ver que, aún perdido y confuso, seguía estando allí, y seguía siendo YO.

    Pude volver a comprobar cómo la influencia del ambiente era algo crucial, ya que la experiencia cambiaba drásticamente según lo que tuviese delante en cada momento. Por ejemplo, lo noté muchísimo también con la música (no sé si porque al ser músico soy más sensible a eso), pero según lo que hubiese puesto me cambiaba muchísimo el estado de ánimo, y algunas partes de la música tipo ritual me parecían demasiado siniestras. Cuando Joel volvió le pedí por favor que la cambiase y, gracias a dios, pude calmarme bastante. La verdad es que me sentí un poco más seguro y arropado por el simple hecho de tenerlo allí, ya que en realidad no hablamos apenas (yo estaba llevando a cabo mi propia batalla interior).

    Aún así, seguí un rato considerable con el mal viaje. Estuve luchando fuertemente con mi mente para controlar esta situación, pero parecía que no había manera. Era imposible. Me sentía totalmente ido, descontrolado, esquizofrénico, y por tanto, atemorizado, no había sentido tanto miedo en mi vida. Me vi perfectamente representado por todo lo que había estudiado de episodios psicóticos, y lo que había presenciado en películas como “The Wall” (Pink floyd). Tenía algunos momentos de lucidez mental, incluso podía andar (aunque algo torcido), y articular frases decentes, pero sentía como mi cabeza se iba a otros mundos, en cuestión de milésimas de segundo, y esto era realmente acojonante. Recuerdo que hablaba conmigo mismo y rezaba para que eso no durase para siempre, que cuando me levantase la mañana siguiente estuviese normal, y fuese yo mismo otra vez. Al ver que pasaba tanto tiempo y que realmente era incapaz de controlar mi mente, llegué a pensar que me había quedado loco y que eso no tendría solución, pero intentaba autoconvencerme de lo contrario. Aún así, no hice ni me dieron ganas de hacer ninguna tontería respecto al exterior y, por suerte, no aparecieron ante mi “cosas inexistentes” en esta parte del viaje, ya que estaba demasiado metido en mi mundo interno. De hecho, la tortura estaba en mi propia imaginación.

    La verdad es que creo que me hubiese sentado mejor haberlo hecho de día en lugar de por la noche, pues en muchos momentos sentí como la necesidad de algo que me iluminase y acabase con toda esa oscuridad (según el chamán, la noche es buena porque ayuda a sacar la oscuridad que hay más dentro de nosotros…ya lo creo!).

    Tras varias horas, todo esto se fue suavizando, y volví a poder tomar control de mi cuerpo y de mi mente de una forma que me resultaba más familiar (al menos ya no me sentía “ido”). Sin embargo, el dolor de barriga no cesaba por nada del mundo, a pesar de haber sacado aparentemente todo. Por supuesto en todo este rato, ni se me pasó por la cabeza la posibilidad de comer algo.

    En total, el viaje me duró unas 11-12 horas (algo más de lo habitual), aunque fue bajando progresivamente.

 

    AL DÍA SIGUIENTE:

    Por la mañana, se suponía que debía marcharme para Cuzco a las 7:00 a.m, pero era obvio que no estaba en condiciones para ello. Había intentado dormir durante varias horas pero era prácticamente imposible. Joel entendió perfectamente la situación, y se preocupó de que estuviese a gusto y cuidado el tiempo que necesitase. Me dio un par de infusiones de agua con limón que supuestamente ayudaban a rebajar los efectos (aunque no noté gran mejoría). Seguía notando algunos de los efectos visuales (veía el agua del río como plateada), aunque muchísimo más suave, así que me decidí a dar un paseo a ver si me despejaba un poco.

    Finalmente, al ver que no acababa de ponerme bien del todo, Joel me invitó a hacer otra ceremonia para acabar de “limpiarme”. Yo, a pesar de mi escepticismo, accedí por supuesto, ya que confiaba en que en algo podría ayudarme.

    Salimos a la calle y fuimos a un pequeño jardín botánico que había en el pueblo. Era un lugar tranquilo y acogedor, y estaba por fin en la naturaleza, y con un espléndido día soleado. Comenzamos otra ceremonia, parecida aunque algo diferente a la del día anterior, y por supuesto sin sustancias de por medio. Me sentó muy bien la tranquilidad que me proporcionaba aquel lugar, y la buena energía y el cariño que me brindó Joel. Traté de tomarme en serio lo que estaba ocurriendo, y ser respetuoso con el proceso, ya que él estaba poniendo todo de su parte.

    Durante este rato, el empezó a vomitar y escupir mucho, yo no entendía bien el porque, aunque me lo imaginaba. Luego me explicó que había estado sintiendo la conexión conmigo, y que había sentido las malas energías que aún tenía, y por eso había tenido que expulsarlas de su cuerpo. Yo me sentí algo mal por ello, pero el caso es que me fui mucho más liberado de allí y con un sentimiento de paz mayor (supongo que por la suma de varios factores…).

    Por fin, cogimos el bus de vuelta, y me acompañó para coger un taxi. A pesar de haber sido un día tan largo e intenso, y seguir algo abrumado por todo lo sucedido, me fui con buena sensación. Me gustó poder charlar “de tú a tú” sobre toda la experiencia y compartir mis impresiones con él. Me dijo que las tendría en cuenta para el futuro, y que él también había aprendido mucho de la experiencia. Me gustó poder compartir ese aprendizaje con él (aunque ojalá me hubiese podido ahorrar la mitad de lo que ocurrió). También bromeamos sobre lo difícil que había sido que “entrase”, y dijo que al principio pensaba que yo no era humano, que era mitad ángel y tonterías similares…

    Durante el resto del día no sentí gran resaca, aunque si mucho cansancio. Ya por la tarde pude descansar al fin y comer algo, aunque siguiendo con la dieta ligera.

 

    CONCLUSIONES:

    Ya una vez ha pasado todo, y analizado con frialdad el asunto, no me arrepiento de haber hecho esta experiencia, pero tampoco me anima a repetirla en un futuro cercano.

    La gente me pregunta si hallé respuestas concretas a cosas de mi vida, si vi mi pasado y futuro por delante de mis ojos… pues la verdad es que no, pero porque realmente me era imposible salir de la abrumadora experiencia sensorial ante la que estaba expuesto (tanto en la parte buena como en el mal viaje). También he de decir que esto se supone que es un proceso de aprendizaje, y la gente necesita de varias experiencias con la planta para llegar a niveles más profundos de conciencia y de comprensión (y por lo que he leído el entrenamiento en meditación y similares también ayuda a este propósito).

    Desde luego lo que tengo claro es que esto no es algo para todo el mundo, y dudo que la mayoría de gente “normal” esté preparada para esta intensa experiencia. Yo pensaba que lo estaba y mira… No todo el mundo está listo para ser “su propio maestro”, y doy gracias de haber estado acompañado de Joel en casi todo momento, pues no habría podido hacerlo sin él, aunque en algunos momentos hubiese deseado un poco más de ayuda o intervención por su parte.

    En definitiva, creo que aunque no haya encontrado “grandes respuestas” y haya pasado momentos duros, ha sido una experiencia bastante enriquecedora y que me ha proporcionado una apertura en mi percepción y conciencia que no esperaba ni de lejos. Realmente llegas a comprender que otras realidades ajenas a nuestro mundo existen, la cuestión es cuán preparados estamos para sumergirnos en ellas.

   Incluso le puedo sacar una visión optimista al “mal viaje”, ya que tras haber pasado esta prueba, siento que puedo hacer casi cualquier cosa. Aún así, todavía es pronto para decir si esta experiencia tendrá efectos a largo plazo en mi vida, o me hará cambiar verdaderamente en algún sentido. Supongo que aún tengo mucho que asimilar, aunque reconozco que estoy muy contento de volver a verme normal y con las cosas igual de claras. :)

    Os dejo la página de la empresa con la que lo hice por si alguien está interesado.
https://www.facebook.com/portaloflighttouroperator

   Por último, os dejo un vídeo impresionante, que es lo más parecido que he encontrado a lo que yo vi, y una frase de Carl Jung:

   “No se llega a la conciencia sin dolor. La gente hará cualquier cosa, no importa cuán absurda sea, para evitar confrontar su propia alma. Uno no se ilumina imaginando figuras de luz sino haciéndose consciente de la oscuridad”.

   Vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=Oy9RB_jI0Ts

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