Por aquel entonces yo tenía 19 años, me apasionaba probar cosas nuevas, las drogas eran toda una aventura. Había consumido en varias ocasiones LSD, éxtasis, speed y alguna que otra mierda. No consumía este tipo de drogas habitualmente ni mucho menos, solo en ocasiones especiales como festivales, navidades y típicas fiestas. Lo que si era cierto es que bebía bastante, y llevaba un ritmo de vida un poco autodestructivo. Conocí a un chico con el que salí un tiempo, me propuso comer setas y a mí me pareció buena idea, concretamente ese día me había levantado con el pie izquierdo y solo buscaba desahogarme, pasarlo bien y desconectar. Pero nada más lejos de lo que luego sucedió, porque algo que es fundamental saber y que yo no sabía en ese momento, era que este tipo de droga no es como las demás. No es un pedo que te haga evadirte de la realidad y gozar sin más, nada de eso, es un pedo que te sumerge en la profundidades de ti mismo y crea con ello fantasías sensoriales según tu estado interno. Comenzó mi viaje. No se cuantas setas comí, no calculamos ración mi amigo y yo, nos repartimos varias bolsitas de setas secas y fuimos masticando. El lugar era un polígono industrial donde se celebraba una fiesta de amigos de mi colega, un lugar nada apropiado para un viaje sensorial. Comenzaron los efectos, al principio y sin darme cuenta mi cuerpo fue tornándose blando junto a una una sonrisa extrema y perenne en mi cara. Entonces miré a mi alrededor, la gente bailaba y comencé a flipar, cada uno de ellos parecía un animal distinto, gallos, patos…. Eso me alucinaba, miraba a la gente a los ojos y me trasmitían nítidamente como eran ellos en realidad, como un aura de esencia propia cada persona. Hasta que un chico que hasta entonces me había caído simpático comenzó a darme muy mal rollo. Podía ver su alma, y no me gustaba nada, así que quise irme, viendo además que los efectos empezaban a írseme de las manos. Fue mi colega (novio..) el que me cogió de la mano y fuimos caminando. Me abrazó y de repente sentí un agobio brutal, sus brazos se volvieron extremadamente largos y me faltaba el aire, sentí que no le amaba realmente y quise desprenderme de su lado. Ahí empezó mi mal viaje. Me asusté pensando que el viaje no había hecho más que empezar y que no podía pararlo, que lo estaba flipando cada vez más y tenía miedo, me moría de miedo. Todo era amenazador en el ambiente, el suelo pinchaba, las hormigas me mordían….Entonces vino lo bueno. Mi cabeza comenzó a llenarse de pensamientos oscuros. Sobre mi vida, sobre mi misma, sobre el sentido de las cosas. Hasta que llego un momento en el que dejé de poder oír todo lo externo a mi misma. Él me hablaba y yo no podía oírle, era incapaz de prestar atención a sus palabras, solo oía las mías internamente envuelta en un mar de desesperación, pánico y soledad absoluta. Cuando digo que a partir de ese momento cambio mi vida, es porque realmente conecte conmigo misma. Todo ese horror que encontré en mi viaje estaba dentro de mí en mi vida, solo que no quería verlo, no tenia los cojones de plantarme ante mi misma y ver toda esa mierda. Pero días más tarde entendí y reflexione sobre todo ello. Hasta que tomé la determinación de cambiar todas esas cosas que me hacían sentir de aquella forma, tal podrida por dentro. Seguramente hoy en día no sería la persona que soy sin aquella experiencia. Creo que me hago una idea de lo que significa la locura. Consejos:
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Pequeño manual para psiconautas. En este ensayo se exponen tanto los potenciales beneficios como las precauciones en el uso de plantas enteogénicas, pero sobretodo enfocándolo a crear un entorno adecuado para la realización de la sesión. Pupila abierta al infinito. Ocho experiencias con el hongo (Susana Muñoz Mesa) 21,90 € Colección de 8 experiencias psiconáuticas con el hongo Psilocybe cubensis. Estos relatos, narrados con intensidad poética y sinceridad, son un un viaje de autoconocimiento, un adentrarse en uno mismo para reconocer lo que hay en el otro lado del espejo. Con aceptación y capacidad para maravillarse. |
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