IMAGINARIA

EXPOSICIÓN DE ACTITUD MENTAL

    Éxtasis! Nuestra mente se remonta al origen de esta palabra. Para los griegos, ekstasis significaba la salida del alma procedente del cuerpo. ¿Puede encontrarse mejor palabra que ésta para describir el estado de ánimo descubierto por los hongos enteógenos? En el lenguaje usual, y para los muchos que no lo han experimentado, éxtasis es «pasárselo bien», y a menudo me preguntan por qué no tomo hongos todas las noches. Pero éxtasis no es «pasárselo bien», pues la propia alma es tomada y sacudida hasta estremecerse, y nadie escoge voluntariamente el experimentar este incontaminado temor reverencial de vagar suspendido ante las puertas de la divinidad.  

R.G. Wasson

 

SOBRE LOS ENTEÓGENOS

     Una planta, una técnica, una inspiración o una situación que nos conduzca a un conocimiento que amplíe nuestra concepción del mundo es una planta, una técnica, una inspiración o una situación enteogénica.

     Enteógena quiere decir visionaria y visionaria quiere decir psiquedélica; psiquedélica quiere decir psicodisléptica y psicodisléptica quiere decir alucinógena. ....... Pero de alucinados sólo hay los psiquiatras y algunos consumidores despistados y recalcitrantes de aspirinas —y otras astricninas—.

     Psiquedélico quiere decir revelador de la mente; visionario significa ver un montón de cosas y hacerse consciente de ellas; y enteógeno apunta a "convocar la experiencia sagrada en nuestro interior".

      La experiencia que inducen este tipo de plantas, o técnicas de respiración que lleven a estos estados de introspección, es la de conocerse a uno mismo —incluyendo aquello que de nosotros mismos no queremos conocer—, así como el percibir de forma intuitiva el misterio y la magia del universo. Es como un microscopio para el alma y un telescopio para el cosmos. Aldous Huxley llamaba a estas experiencias del Cielo y del Infierno.

      El cielo y el infierno —nuestras tinieblas y nuestras oportunidades— están todas en nuestro interior, aunque normalmente resten ocultas y desconocidas. Se suelen filtrar por las rendijas del muro que separa el inconsciente de nuestra consciencia ordinaria, pero normalmente no tenemos conocimiento de ellas, de forma que todas esas cosas que conforman la base de nuestra personalidad, de nuestra visión y percepción del mundo, nos son invisibles. Las únicas manifestaciones que nos restan ya no son los sueños, sino las nuestras manías, nuestras patologías, y el sentimiento que nos embarga de pertenecer o estar alienados del mundo.

     Ahora podríamos preguntarnos a cada uno de nosotros mismos si estamos interesados en este tipo de revelaciones. Pero la respuesta a esta pregunta ya nos la dio el poeta Paul Valéry: el primer verso lo dan los dioses; el resto del poema lo tenemos que construir nosotros.

      Estos estados ampliados de la mente no son ningún pasatiempo ni una distracción, y como dice monsieur Escohotado, son como la lámpara mágica del genio de los 3 deseos: quien las invoca en vano recibe el castigo de la locura.

      Así que pediremos un poco de atención: acceder dentro de nosotros mismos, a nuestros fantasmas así como a aquello de sagrado que hay en la existencia, merece el reconocimiento suficiente como para que no nos hayan de reñir dejándonos trastocados.

     El pacto es reconocer, de nuevo, eso que hay de obscuro dentro de nosotros y aquello de misterioso en que el universo se basa; si aprendemos, una vez reconciliados y reciclados, el juego vendrá después.


 

MUNDO INTERIOR / MUNDO EXTERIOR

PSICOLOGÍA & ANTROPOLOGÍA

     El mundo psíquico y el universo que nos rodea; ambos se confunden y se mezclan en la experiencia enteogénica. La civilización occidental los separa y aísla radicalmente: lo real en el exterior, y lo sospechoso y poco de fiar dentro de nosotros. Gracias a los dioses los investigadores de los estados ampliados de la consciencia no son tan esquizofrénicos como nuestros científicos, y las áreas que se dedican a su estudio conservan y mantienen el nexo que convierte esta dialéctica de opuestos en una danza en la que danzante y baile no se pueden separar.

  Psicología

     La palma, o le premio, en este campo se lo lleva Stanislav Grof. Este psiquiatra checo, de formación psicoanalítica, tropezó con las sustancias psiquedélicas poco después de que lo hiciera Albert Hofmann en su Suiza natal. Su concepción de la psique humana pasó de tener un modelo pansexual a ser una visión en la que la búsqueda de nuestra posición en la existencia también jugaba un papel fundamental entre las inquietudes íntimas de la persona. La utilización de las sustancias psiquedélicas le permitió trabajar con una herramienta que daba un acceso real al inconsciente —la parte oculta de nosotros mismos—, substituyendo así al inoperante diálogo con los sueños y las transferencias de los pacientes.

     De las experiencias que afloraron en la terapia psiquedélica extrajo un mapa para la psique que concretó en tres puntos:

    Biográfico

    Vuelta a vivir las secuencias de nuestro pasado, momentos duros, experiencias bellas, episodios que no pudimos entender y que no logramos integrar. Aquí no se trata tan solo de volver a recordar partes de nuestra vida pasada sino que se vuelven a revivir en directo, como si volviéramos allí de nuevo; con los personajes, las situaciones y las emociones. Aunque parezca sorprendente, el volver a un hecho no integrado de nuestras vidas en vez de proporcionarnos un doble trauma lo que nos brinda es la oportunidad de comprender e integrar.

     De hecho, la experiencia psiquedélica nos hará bajar a los infiernos cada vez que topemos con algo que no queramos aceptar, y más profundo nos hundirá en ello mientras no queramos reconocer lo que allí se da.

    Transpersonal

     En realidad esta palabreja corresponde al viejo misticismo griego y cristiano, pero al quererlo aislar de un contexto exclusivamente religioso se ha creado este término, que quiere significar todo lo que va más allá de la persona como individual. Encuentros con divinidades, conocimiento de hechos históricos pasados, identificación con plantas, experiencias de fusión con la naturaleza... todo esto es lo que han reportado los pacientes en sus vivencias con terapia psiquedélica a altas dosis.

     Aunque vuelva a parecer sorprendente, la visión de todos estos fenómenos también juega su papel en la reestructuración psicológica de la persona, pues supone la puerta de entrada a que piense sobre su posición dentro de la Creación.

    Muerte / Renacimiento

    Entre las unas y las otras —entre la biografía y lo que va más allá de nuestra persona—, encontramos lo que los antropólogos han llamado experiencias de muerte y renacimiento. Este apodo surgió de las visitas que hace tiempo se llevan realizando a las sociedades que conservan rituales iniciáticos sin que éstos hayan perdido todo su contenido de vivencia interior. Estos ritos de paso se han celebrado en todas las culturas en los momentos clave para la vida de un individuo: la adolescencia (la transición de la pubertad a una vida adulta) es quizás el momento más señalado en que se lleva a cabo un ritual como éste.

     Se trata de una vivencia en la que la persona, ahogada por la presencia de todo aquello que hay de inadecuado y caduco en su vida, percibe que está a punto de morir; cada vez el remolino le irá sumiendo en un caos más insoportable hasta que al aceptar las transiciones de la existencia, dejando de apegarse al pasado para aceptar lo venidero, el individuo renace de una forma mágica al mundo, recibiendo como regalo una concepción de la vida adecuada para su nueva etapa en la existencia. Es algo así como morir a los paradigmas que nuestra cultura nos había dado, y que se habían hecho caducos, para nacer a lo nuevo.

     Y esto, el atravesar por estos tres tipos de experiencias, sirve, ni más ni menos, en psicología, para restablecer equilibrio con nosotros mismos.

 

Antropología

     Si hay un antropólogo que diera nombre a la relación de este tipo de experiencias con la cultura, éste es Peter Furst.

     Casi todas las sociedades han encontrado un método para lograr el acceso al inconsciente, bien sea mediante la utilización de plantas, o a través de técnicas como el yoga o la emigración a una cueva oscura y solitaria. Las culturas han mantenido un íntimo diálogo con lo que les pudiera decir la mente una vez ésta ha suspendido su discurso racional. ¿Porqué? ¿Qué encontraban en ello? ¿Pasatiempo, iluminación, escapar del mundo cotidiano?...

     Cuando un antropólogo va a visitar a pueblos arcaicos que aun mantienen el uso abierto de estas sustancias, y les interroga por el sentido que le dan a estos rituales, suele obtener respuestas que desconciertan a la manera occidental de pensar. Unos hablan de un encuentro con sus dioses, o la realización de celebraciones comunitarias para dar ligazón a los miembros del poblado; otros dicen poder divisar el futuro y así prever las posibles inconveniencias, o incluso aseguran realizar curaciones mágicas de enfermedades que no hallan remedio en los métodos habituales.

     ¿Sería que estos pueblos aún no habían aprendido a distinguir entre realidad y fantasía? Dioses y espíritus eran ya palabras heréticas para la civilización occidental. Quizás religión sería el término más adecuado para englobar todas estas sorprendentes manifestaciones que la antropología ha recopilando en sus cuadernos de bitácora. Pero estas creencias no eran para el hombre arcaico un acto simbólico de fe; eran para ellos realidades tan palpables como cualquier objeto que se les pusiera por delante.

     ¿Qué hacer? Darles crédito, o desterrarles al rincón de las mentalidades infantiles... Sin llegar a diseñar una máquina para verificar la veracidad de la existencia de esos dioses, se optó por prestar minuciosa atención a el tremendo encaje que tenían estas experiencias en la vida cotidiana de estos pueblos, o sea, en su cultura. Resultó que todo giraba en torno a ellas; cualquier hecho tenía una referencia a lo que ocurría en estos estados mágicos de la consciencia, y resultaba que en su vida cotidiana estos pueblos sabían manejarse magníficamente. O sea que no podía ser un escapismo. Y mucho menos un simple pasatiempo para la fantasía.

     Retomando las teorías de Furst tenemos un generador de hipótesis más cercano a nosotros: Josep Maria Fericgla. Ha ideado un modelo que podríamos llamar del cristal empañado. Yo no sé si conocéis la concepción del yoga sobre la consciencia: propone que la mente es como un ojo que ordinariamente ve el mundo a través de una lente sucia; con ello no consigue más que hacerse con una imagen muy borrosa de la situación. Pues bien, en los momentos de iluminación esta lente se desempaña y el ojo logra así divisar el mundo tal y como es; en los momentos de más gracia este cristal puede transformarse también en un espejo, pudiendo la consciencia entonces observarse a si misma. Esto es lo que viene a decir la propuesta de Fericgla sobre los estados no ordinarios de la mente: ésta alcanza unos momentos de lucidez en los que puede dialogar con si misma y pensase, pudiendo así redefinir y adaptarse a las situaciones cambiantes que se presentan en la vida. El ser, desde allí, puede dar nuevos parámetros y nueva luz a un modelo de existencia que se había hecho caduco e inservible, convirtiendo a la cultura en un sistema dinámico. Es como si por unos breves instantes pudiésemos salir de la cueva de Platón y así divisar el mundo tal y como es, dejando de estar confundidos con las sombras que se proyectaban en la pared del fondo de la caverna.


 

 

EBRIEDAD, RELIGIÓN, PROHIBICIÓN

     Érase que se era vez un mono ebrio. Éste se dio a sí mismo el nombre de ser Humano. Fue Adán quien invitado por su compañera Eva ingirió por primera vez el fruto del Árbol del Conocimiento, del bien y del mal, saliendo así de su paraíso terrenal para ingresar en el mundo del saber y de la conciencia.

     A medida que fue experimentando y conociendo creó lo que se ha llamado la cultura, una forma de conceptualizar el nuevo mundo en el que entraba a vivir. Y de la cultura se pasó a las sociedades y de las sociedades a las civilizaciones. Y de ahí a todo lo que se ha dado en llamar la historia de la humanidad.

     El acceso al mundo mágico del inconsciente, que por primera vez ensayó la mítica pareja del Edén, continuó siendo la vía por la que la humanidad descubría nuevas facetas de este mundo en el que vivía, redefiniendo así el marco en el que se movía, adaptaba y transformaba. Esto llegó hasta nuestros días, declarando Descartes haber recibido su Discurso del Tratado del Método en un sueño mágico —que él erróneamente atribuyó a la Virgen María (posible fuente de la revelación: Prometeo de nuevo)—.

      A medida que las sociedades se iban haciendo más grandes en número de integrantes, y dada la natural y curiosa tendencia de los grupos humanos a cohesionarse bajo un mismo paradigma cultural, el acceso al inconsciente —y a los medios que hacían este acceso posible— se fueron haciendo cada vez más restringidos para evitar inoportunas desviaciones de la norma dominante en cada instante. La consulta al mundo del espíritu estuvo cada vez más reservada a la clase sacerdotal, primero en las sociedades que hoy conocemos como arcaicas, en que la interpretación de todo este tipo de experiencias recaía en la figura del chamán, para que luego, en civilizaciones como la griega clásica, se pasara a acotar el bautizo psiquedélico a una sola vez en toda la vida (rito que se celebraba en el templo de Eleusis); y de aquí se llegó hasta a nuestras multitudinarias sociedades occidentales, en las que además de producirse una hipertrofia del mundo de la racionalidad, el contenido mágico del inconsciente se desprestigia hasta situarlo en la categoría de lo irreal (con la consiguiente prohibición de todo vehículo que dé acceso al mundo de los símbolos).

     Ya tenemos el colapso de la consciencia en el mundo del siglo XX. Y por eso no es nada irrelevante que en él se redescubra con inusitada fuerza el concepto del inconsciente. Retomando la concepción cíclica de la existencia, en la que los fenómenos no tienen una progresión lineal, con un principio y un final, sino que en la clausura de cada ciclo supone una transformación que reabe otro nuevo ciclo, podemos imaginar nuestra situación como una transición hacia una nueva visión del mundo: una vez agotado todo el esfuerzo para crear el análisis racional de la naturaleza podemos retomar la inmersión en el inconsciente como una forma de volver a fusionarnos con la creación, y así retomar —manteniendo esta nueva herramienta que hemos descubierto— una coexistencia armoniosa con la Naturaleza.

 


POLÍTICA

     Cuando los hippys hicieron aparición en la escena social, siguiendo a la irrupción del LSD como las setas siguen a la aparición de las lluvias, las autoridades se llevaron un susto de muerte. El movimiento hippy no era tan solo una extraña mutación genética que hacía crecer el pelo de una forma desmesurada a la juventud; era también una ruptura con la concepción que occidente tenía del mundo, con la productividad, la explotación de la Naturaleza y el olvidarse el hombre de su alma tomando por única cosa real su entorno material.

      Estudiosos y literatos como Mircea Eliade y Octavio Paz veían el movimiento de los años sesenta como un auténtico fenómeno religioso. No se trataba de un movimiento contestatario de una juventud hastiada de sí misma: se trataba de reencuentro con la naturaleza, de una nueva fusión del hombre con la creación.

     Pero el choque de modelos culturales llevó a una situación de enfrentamiento sin solución de continuidad; de la prohibición burocrática se pasó a una auténtica guerra del estado contra sus contribuyentes. La prohibición, la adulteración y la estigmatización siguieron a esta toma de posición.

     Ahora nos enfrentamos a una situación en la que el mercado negro y las mafias ocupan la mayor parte de la escena. La confusión domina las mentes de los presentadores de televisión. Legalización versus prohibición; caos frente a mercado negro; fin del mundo o control policíaco de los seres humanos.

      La persecución no ha generado otra cosa que ignorancia; no ha frenado el consumo de sustancias psicoactivas, más ha mutado el mercado en una exposición de productos inclasificables, adulterados y satanizados. El cambio de mentalidad que prometían los psiquedélicos ha quedado aletargado, quedando transfigurada la escena en una banda de mutantes que, como si estuvieran encerrados en una jaula, consumen neuróticamente unos productos a los que son incapaces de identificar.

     Sin poder dar solución a lo que pretendía solventar, y abortando toda vía de que las personas exploraran pacíficamente su interior, la única posibilidad que queda ante nosotros es una reapertura hacia la naturaleza real de estas sustancias. Algo así como ir soltando la cuerda poco a poco y que el uso de estas sustancias se vaya redescubriendo de nuevo de forma paulatina —y sin que se produzca otra especie de big bang indigerible para el modelo cultural dominante, como ocurrió en los años sesenta—.

     Esta política no tan solo procuraría solventar la triste imagen que el mundo actual presenta sobre las drogas sino que reabriría la posibilidad del hombre a explorarse y reconocerse a si mismo, pudiendo observar la situación en la que se encuentra y ensayar nuevas formas de relación con la totalidad de una naturaleza de la que todos formamos parte.

 


LABORES CASERAS

     Mi abuela hacía unos jerseyes maravillosos. De pequeño no estaba muy convencido de llevarlos pero ahora que he crecido reconozco que no tienen parangón posible; no en técnica pero sí en familiaridad y comodidad.

     Lo mismo ocurre con las plantas. Si las compramos fuera, en el mercado negro, jugaremos siempre a la ruleta rusa, al juego de los otros y en definitiva a un juego que nos hemos inventado precisamente nosotros.

     El cultivo, la autogestión y el autoconsumo abren unas posibilidades maravillosas para nuestras aficiones de horticultura.

     De un tiempo para acá, sobretodo en Estados Unidos, se han venido descubriendo y popularizando varios métodos para el autoabastecimiento de sustancias enteógenas, garantizando un suministro regular y evitando la engorrosa relación con el mercado ilegal. En los años setenta fue el cultivo en interior de las setas psilocíbicas, este maravilloso hongo expandedor de la consciencia.

      Como contrapartida al cultivo en interior apareció el cactus de san Pedro, de un crecimiento más lento pero que requería menos cuidados, y que es legal de plantar y también de consumir —a no ser que lo vayamos a hacer delante de las narices de las autoridades—.

      Hacia la mitad de los años ochenta se presentó la respiración holotrópica como un método para llevar a cabo terapia psicológica basada en los estados ampliados de la mente. Esta técnica se basa en la hiperventilación para llevar a cabo el acceso al inconsciente sin necesidad de utilizar sustancias como catalizadores.

      Y por último, aunque todos esperamos que no sea éste el último, el nuevo interés por la preparación de la ayahuasca a partir de infinidad de plantas que cubren todo el globo terráqueo, y que contienen componentes análogos a los originales del bebedizo amazónico, abre la posibilidad del conocimiento enteógeno a infinidad de personas que sin necesidad de viajar al otro extremo del globo y sin aprender complejas técnicas de cultivo en interior.

      Las técnicas de cultivo personal aseguran un autoabastecimiento regular de sustancias naturales al mismo tiempo que su reducida productividad supone un colchón a un cambio cultural inesperado que produjera un divorcio violento con las formas habituales que tiene nuestra sociedad de funcionar —que desconcertaban a las autoridades y producían como resultado una reacción contraria a la autoexploración—. Y lo que es más importante para nosotros: se reabriría para la humanidad la posibilidad de una exploración interior que permitiera redefinir el papel que ocupamos dentro de la creación.

   


Texto dedicado a Antonio Escohotado


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